Archive for ‘Soledad Morillo Belloso’

October 3, 2008

Guayoyos de Gisela

Por Soledad Morillo Belloso

Primer guayoyo. 7: 30 a.m. Gisela cumplió este año treinta y déle. Nadie sabe cuánto es el déle. Pero la cuenta se la sacan facilito, pues nomás cumplió 18 corrió a hacer dos cosas: a sacar su licencia de conducir y a inscribirse para poder votar en las elecciones en las que Lusinchi ganó. Es decir, 1983. Gisela voto por Lusinchi, aunque ahora lo niegue. A ella le llegó lo de “Jaime es como tú”. Claro, luego Jaime puso la torta. Ella no se dio cuenta hasta que Jaime dejó la presidencia. Claro, ella es inocente de todo lo que ha pasado en este país. Como dijo Moravia: “Curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado”.

Segundo guayoyo. 8:00 a.m. Gisela aún no decide si ir a votar o no. Llueve. ¡Uf, qué flojera! Su marido salió a correr en el parque. Los chamos duermen. Nadie molesta. Es el paraíso terrenal. Enciende la tele. El reportero ese, el bonito de los ojos catires, da un parte desde un centro de votación. Hubo un seisporocho entre unos electores que estaban en cola, y unos ciudadanos que trataron de democráticamente impedir que los electores votaran. No fue conversadita persuasiva, sino batalla campal de lecos heridos. Se armó una sanpablera.

Tercer guayoyo. 8:30 a.m. Gisela llama a amigos. Juan está en la cola para votar; Daniel se está vistiendo para ir a votar; Pedro dice que él no va, y le recita la letanía del abstencionista; Adela aún no se decide; Julián le dice que él ni sabía que había elecciones, que está en la playa y preparando arepas y perico.

9:00 a.m. Gisela llega al centro de votación. El de la cazahuellas quiso marearla. Luego falló la máquina de votación, y le dijeron que lastimosamente no podría votar. Armó un lío de quinto patio que se escuchó en Pekín. El testigo de la oposición se batió por ella. Se sentaron en el piso hasta que el técnico recompuso la maquina. Dos horas más tarde consigue votar. Revisa escrupulosamente su papelito. Luego de asegurarse que sus votos fueron los correctos, lo deposita en la urna.

12:00 m. Gisela vuelve a casa. Su marido bebe guayoyo. Se asombra cuando ella le dice que viene de votar. “Mi amor, sí, fui y voté, y tú también deberías ir. Venezuela no necesita mártires, necesita héroes. Necesita gente dispuesta a luchar por el país. Ah, y avísale a los compadres que no habrá parrilla está, que vine a preparar sanduches para los testigos de mesa, y me regreso al centro de votación. Sácame los termos, que hace falta mucho guayoyo. Si hay que amanecer, amaneceremos”.

smorillobelloso@gmail.com

Concejal El Hatillo – UNT

February 20, 2008

La cola de un caballo muerto

Soledad Morillo Belloso

A Fidel Castro le han puesto muchos apodos, varios de ellos irrepetibles en este espacio en el que me precio de no haber escrito jamás una palabrota de esas que tanto abundan en los textos de quienes carecen de la gracia del lenguaje. Entre muchos apodos, a Fidel lo llamaban “El Caballo” cuando estaba en la Sierra Maestra.

Yo, amante y admiradora del “equus caballus”, que es animal gallardo y noble, encuentro que acomodar tal título al connotado sátrapa caribeño, debería ser algo que cause reclamo y enérgica protesta en las sociedades protectoras de animales. Tal apodo es un insulto a la especie equina.

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January 28, 2008

Nueve años de soledad

Soledad Morillo Belloso

2 de febrero de 2008. Nueve años de la primera toma de posesión presidencial de Hugo Chávez. Van nueve años. Raro como tanto tiempo cabe en tan poquitas palabras.

Aquel 2 de febrero, el de 1999, Hugo Chávez dio un discurso de 11.411 palabras. Era el preludio de lo que habría de convertirse en una catarata de discursos interminables de un hombre de quien se puede afirmar que padece incontinencia verbal.

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October 19, 2007

La razón no se rinde

By Soledad Morillo Belloso

¡Hey! ¡Psst! ¡Epa! Sí, es contigo, sí, contigo, que formas parte del grupo de algo que no puede catalogarse como “abstencionistas”, sino más bien como “antiparabólicos”.

Sí, date uña. Refúgiate en el pobrecitismo, en el “pobre yo”.

Ayer fui, como cualquier mortal, a hacer mercado (lo cual es un eufemismo, porque lo único que abunda es el “no hay”… no hay huevos, no hay leche, no hay aceite, no hay pollo, no hay azúcar…). Me encontraba enfrente del estante donde debería estar la leche, cuando una señora se me acercó:

¿Usted es Soledad Morillo?

Sí, dígame – le respondí con gentileza, con la solidaridad que requieren estos tiempos.

Usted es una estúpida y una vendida.

¿Perdón?

Usted me mandó ayer una carta en la que dice que hay que ir a votar. Seguro que el gobierno le paga por eso. A mí nadie me va a sacar de mi casa ese día.

Señora, con todo respeto, yo no sólo tengo el derecho de expresar mis posiciones y opiniones, sino que tengo el deber de hacerlo, porque yo soy un funcionario elegido popularmente, y es mi obligación decir lo que pienso. A mí la gente no me eligió para que me calle ni me haga la sueca. Y yo creo que hay que ir a los centros, hay que activarse, hay que darle frente a esta situación. Y creo que lo peor que podemos hacer es quedarnos en casa, por mucha rabia que sintamos. Porque eso es exactamente lo que quiere el régimen, que la furia nos inmovilice.

Usted es una XXXXX – me replicó la señora pasando a palabrotas.

¿Sabe qué me preocupa, señora? Que yo la veo a usted, insultándome, que soy una ciudadana, una señora y una concejal, y me doy cuenta que Chávez ganó, porque convirtió a mucha gente exactamente en lo que él quiere que seamos, clones de él. Yo no la voy a insultar. Yo la voy a respetar, aunque usted me irrespete. A mí Chávez no me va a convertir en violenta. Yo la invito a que reflexione.

La señora se fue mascullando, váyase a saber cuantas palabrotas más.

“Es que da lo mismo”. “Es que como pa’ qué votar”. Sí, más fácil repartir culpas. Al gobierno actual, a los anteriores, a los políticos de oposición, a la OEA, a l ONU. Al viento, al calor, a la lluvia. Buscar defectos, buscar errores, buscar fallas. Garantizo que las encontrarán por toneladas. Claro, sirven de excusa para nadar en la indiferencia. Buscar culpables. Que eso es fácil, muy fácil. Porque, ah, buscar soluciones y oportunidades, trabajar para construir soluciones y oportunidades, eso sí es trabajoso.

En Argentina hay una expresión: “hacer pis contra el viento”, que traduce al venezolano como “escupir pa’arriba”. Y yo pregunto, al día siguiente del referéndum, cuando nos levantemos con una constitución que fue aprobada por los que fueron a votar, por pocos que sean, y Chávez haya ganado, ¿qué vamos a decir cuando echemos pa’ atrás la memoria y nos caiga la locha que, libre y soberanísimamente, decidimos no votar? ¿Cuál va a ser la excusa para haber hecho “pis contra el viento”?

Porque si no vamos a votar, si dejamos los centros electorales al absoluto comando de estos bandidos, pasaremos a la categoría de “los-que-no-votaron-e-hicieron-pis-contra-el-viento”. Y luego, en pocos, poquitos años, integraremos la categoría de “los-que-creyeron-que-servía-para-algo-hacer-pis-contra-el-viento”. Y entonces daremos excusas, montones de excusas, a cuál más tembleca.

Alejandro Sanz, hoy proscrito por el régimen, tiene una canción, de la que copio a seguir algunos pedacitos:

No es lo mismo ser que estar / no es lo mismo estar que quedarse, ¡que va! / tampoco quedarse es igual que parar / no es lo mismo / será que ni somos, ni estamos / ni nos pensamos quedar / pero es distinto conformarse o pelear / no es lo mismo… es distinto.

No es lo mismo arte que hartar / no es lo mismo ser justo que ¡qué justo te va!… / no es lo mismo/ que sepas que hay gente que trata de confundirnos / pero tenemos corazón que no es igual / lo sentimos… es distinto

Vale… que a lo mejor me lo merezco / bueno… pero mi voz no te la vendo / puerta… y lo que opinen de nosotros… / léeme los labios, yo no estoy en venta

Puerta y aire que me asfixio, / que no se trata del lado que quieras estar / que estar de un lado o echarte a un lado… / no sé como decirte, no es lo mismo / vivir es lo más peligroso que tiene la vida.

No es lo mismo basta o va a estar / ni es lo mismo, decir, opinar, imponer o mandar / las listas negras, las manos blancas… / no es lo mismo / no gana el que tiene más ganas / no sé si me explico / que hoy nadie quiere ser igual / que más te da, / no es como un “ismo”… es instinto

Yo no callo, no me detengo, no me inmovilizo. Yo grito, yo me muevo, yo lucho, yo voto, yo trabajo todos los días. A mí este régimen no me calla, no me inmoviliza, no me va obligar a ver los toros desde la barrera. Me quedaré sin saliva, se me gastaran las yemas de los dedos. Yo le digo que NO. En ningún país sobre la faz de la tierra ha sido fácil la implantación de la democracia. La democracia es una conquista. Los polacos no se rindieron. Tampoco los chilenos. Como bien dice Yon Goicoechea: “la razón no se rinde”

Concejal El Hatillo – Un Nuevo Tiempo

Marsmorb857@cantv.net

October 13, 2007

Con el corazón partío

SOLEDAD MORILLO BELLOSO

La noticia me cayó como un baldazo de agua fría. El Minpopu de Educación Superior decidió que Alejandro Sanz no puede cantar en el Poliedro. ¿Por qué? “Porque no”, le respondió a Maripili en entrevista en Unión Radio. Y lo dijo así, con el absoluto desparpajo que caracteriza a los fascistas de oficio. Porque el hombrecito se siente ahora dueño y señor de lo que se pueda pensar, cantar, decir o hacer en el Poliedro de Caracas. El aplastamiento. En eso se basa el pensamiento de quien supuestamente guía la gestión ejecutiva de un organismo que tiene la responsabilidad de la Educación Superior en Venezuela, es decir, de la formación de las mentes y los corazones de los jóvenes universitarios.

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September 15, 2007

Misiva a Misia Sandra

Por Soledad Morillo Belloso

A la ciudadana rectora Sandra Oblitas, su merced

Tengo a bien escribirle esta misiva para repetirle – es decir, decirle de nuevo – algunas cositas referentes a su proyecto de Ley de Registro Civil, y muy en particular sobre el artículo 106 del mismo.

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August 29, 2007

Macho y señor

Por Soledad Morillo Belloso

Notitarde, 2 de septiembre de 2007

En el prólogo que el profesor chileno Fernando Mires me hizo el honor de escribir para mi novela “La Mantuana”, resalta una frase de indiscutible poder y profundidad: “…La Mantuana trae consigo un deseo de libertad que trasciende a su propia feminidad y se extiende hacia su propia Patria de Hoy sojuzgada por aclamación popular por un vulgar Macho con Botas. ¡Que diferente a lo que amaba La Mantuana en los hombres de su tiempo!…”

Tiene razón Fernando. Lamentablemente, le sobra razón. Dolorosamente, le abunda la razón.

Pero si ya es grave tener sentado en la poltrona de Miraflores a un “macho con botas”, tanto más trágico es que abunden en el gobierno y en los organismos del Estado mujeres que le rinden pleitesía y caen en la más degradante expediente de adulonería a ese macho con botas. Al hacerlo, esas mujeres (no hace falta mencionarlas por sus nombres y apellidos, porque ellas saben bien quiénes son, y la gente mucho las conoce dado que su degradante exhibición de rastacuerismo ocurre públicamente) insultan y vejan a todas las mujeres de Venezuela, que somos cualquier cosa menos “genuflexas cortesanas”.

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