Archive for ‘ABC Madrid’

May 30, 2008

Enjabonada al embajador chavista en Madrid

Por dios, se les desmorona toda sus mentiras, se les caen en la cara. Que tendrá que decir el Sr. Alfredo a esto. Nos gustaría tanto que tratara de responder para poder seguir viendo como barren el piso con el y su bufón dictatorial.

Tomado de Noticiero Digital

El embajador chavista en Madrid, Alfredo Toro Hardy, tan inculto como todos los chavistas, se molestó nada menos que con Luis María Ansón, miembro de la Real Academia Española, porque este tuvo la osadía de escribir en contra de Chávez. Porsupuesto que, como todo buen chavista, Toro quiso apabullar mencionando sus cargos burocráticos en el gobierno del Idi Amín venezolano. Lean la misiva de arrogante Toro Hardy y la lapidante respuesta del académico.

Pobre Toro, lo dejaron como una vaquilla.

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January 4, 2008

Hugo Chávez, el mercader de rehenes

Se agradece tanto el analisis correcto, el cangrejo puede liberar presos por que la FARC le debe. La FARC le debe los campamentos en territorio Venezolano en los que descansan, la FARC le debe el paso de droga por Venezuela con destino España o el imperio meessssmo. La FARC le debe medicina, y atención medica a sus dirigentes, en fin, la FARC le debe mucho a huguito el cangrejo. Este proceso de intercambio humanitario es una burla a los esfuerzos serios que hacen los gobiernos colombianos por acabar la guerrilla en su país, es una burla a todos los Colombianos y a las democracias del mundo.
Muevete 
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El diario ABC de Madrid da un soberano varapalo, ene su editorial de este sábado, al Presidente venezolano: “la utilización de los sentimientos humanitarios para objetivos desestabilizadores es sencillamente un acto rastrero e intolerable“. Para el diario, la “liberación de los rehenes”, no es más que “una obscena operación de propaganda”.
Noticias 24 
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NADA convenía más al caudillo venezolano Hugo Chávez que encontrar un hecho para explotar como filón propagandístico de forma que pudiera eclipsar el estruendoso fracaso de sus intentos por imponer una dictadura socialista perpetua a los venezolanos. Después de haber perdido un referéndum plebiscitario, necesitaba distraer la atención hacia un asunto con el que poder recuperar la iniciativa, borrar la estampa de un golpista derrotado por un movimiento estudiantil y volver a ser el líder continental que quiere recuperar el apoyo de sus decepcionados seguidores. Y puesto que después de la histórica frase de Don Juan Carlos, en la Cumbre Iberoamericana de Chile los insultos atrabiliarios contra los gobiernos que no se acomodan a sus excentricidades ya no le son rentables, Chávez ha encontrado el perfecto parapeto en una operación pretendidamente humanitaria para aprovecharse de la puesta en libertad de tres rehenes que estaban en manos de la narcoguerrilla colombiana.

Pero en realidad, lo que han planeado Chávez y el jefe guerrillero «Tirofijo», según parece con la asesoría de la dictadura cubana, tiene poco de humanitario. Se trata de una obscena operación de propaganda en la que los criminales que mantienen secuestrados a ciudadanos inocentes durante largos años han pactado la escenificación de un acto que sería de clemencia si hubiera algo de justicia en su origen. Chávez ha logrado aparecer como un «facilitador» de la liberación de los rehenes, a cambio de ofrecer una justificación política internacional a sus carceleros. Y a aquel que no hace más que defender la ley y el Estado de Derecho luchando contra una banda de salteadores de caminos y de traficantes de drogas, el presidente Álvaro Uribe, lo hacen aparecer como el malvado al que que atribuyen prácticamente la causa por la que esos rehenes no pueden ser liberados. Los rehenes -y qué otra cosa podrían hacer- aparecerán agradeciendo sus esfuerzos a Hugo Chávez, que podrá presentarse así como el gran benefactor, el supuesto héroe de la paz que devuelve los cautivos a su familia. Es sencillamente el mundo al revés.

Hace mucho tiempo que Chávez está buscando involucrar a Colombia en sus delirios hegemónicos, porque es la clave que le ha impedido controlar el Pacto Andino y que le estorba en las alucinaciones en las que él mismo se ve como la reencarnación de Simón Bolívar. De hecho, tratándose de Chávez no se puede descartar ni siquiera que pudiera intentar una operación con implicaciones militares que en sus ensueños terminaría con la victoria de la narcoguerrilla. El venezolano no ha ocultado que sus simpatías están más cerca de «Tirofijo» que del presidente Uribe y, si esta operación le sale bien, seguramente ya ha calculado que puede cambiar la correlación de fuerzas en la propia Colombia. Miles de familiares de secuestrados (la guerrilla tiene más de tres mil cautivos en su poder) pueden alzarse pidiendo la intervención de Chávez en la liberación de los suyos y es evidente que los narcoguerrilleros apoyarán cualquier objetivo que pueda debilitar el sistema institucional de Colombia. El presidente colombiano tiene pocas opciones para oponerse a esta ofensiva. Ha detectado intentos de Chávez de infiltrar su doctrina «bolivariana» entre los generales colombianos y es el primero en darse cuenta de que si permitiese que Chávez campe a sus anchas en Colombia y mantenga una relación abierta con la guerrilla (el apoyo clandestino de Venezuela a los grupos insurgentes es algo que nadie pone en duda), se complicaría enormemente la situación en Colombia.

La utilización de los sentimientos humanitarios para objetivos desestabilizadores es sencillamente un acto rastrero e intolerable. Es humano que los cautivos se vean sometidos al «síndrome de Estocolmo». Lo que no es de recibo es que esos sentimientos sean instrumentalizados con unos fines políticos infames.

Editorial ABC, Madrid